El amor inocente, puro, el amor ideal es lo que representan nuestros volcanes, este hermoso sentimiento nace en la juventud plena, cuando las almas tienen la blancura de la nieve y la inocencia del canto del centzontle. Así se conocieron Iztaccihuatl y el joven Popocatépetl, pues desde que se vieron por vez primera, supieron que habían nacido el uno para el otro, cuando ambos jóvenes se hallaban separados, sentían un vacío en el alma similar a la necesidad de un suspiro que llena con el recuerdo del ser amado, los más recónditos vericuetos del corazón.
La sonrisa y la llama del amor, la viva luz brillaba en los ojos de Popocatépetl, la misma que motivaba a Iztaccihuatl a bailar con más sensualidad en el Cuicacalli, mientras que Popocatépetl en el Telpochcalli practicaba con más arrojo para convertirse en un gran guerrero. Poco a poco Popocatépetl fue logrando escalar los mandos militares: Chapulín, Coyote, Venado, Lobo, Serpiente, Ocelotl, Cuauhtli, de manera que su seguridad fue en aumento para solicitar la mano de Iztaccihuatl.
El padre de la muchacha prometió la mano de su hija si Popocatépetl partía a la guerra y traía como trofeo la cabeza del enemigo. Y Popocatépetl aceptó el reto. La pareja se despidió con muchas esperanzas, sin embargo Iztaccihuatl mostró sus temores ante la separación, pero Popocatépetl partió con la pena confianza de regresar victorioso y marchó a cumplir su objetivo. Pasó implacable el tiempo y la tristeza de Iztaccihuatl se iba acentuando en su rostro, que lucía grandes ojeras que la hacían ver más bella aún, el desvelo por el ser amado, la hacían estar sin ánimos por el canto y el baile porque la imagen de Popocatépetl siempre estaba en su mente.
Poyautecatl, rival de Popocatépetl amaba en secreto a Iztaccihuatl y fraguó una mentira para lograr el amor de la hermosa mujer. Se acercó a la joven y le dijo en tono pesaroso que habían llegado noticias de la derrota del ejército en la región lejana y sentía mucho comunicarle que entre los muertos estaba su adorado Popocatépetl. Itztaccíhuatl escuchó esta noticia falsa y lloró amargamente. Dejó de comer y cayó en un sueño profundo, sin que nadie pudiera despertarla.
Cuando Popocatépetl regresó victorioso supo lo que había sucedido y buscó a Itztaccíhuatl, la cargó entre sus brazos, tomó una antorcha encendida salió del palacio y de la ciudad. Nadie volvió a verlos.
Después de varios dias, todas las personas del valle de México se asombraron al ver dos montañas muy altas que habían surgido de la nada que lanzaban llamas hacia el cielo. Cuando el emperador vio las montañas dijo a su pueblo:
Iztaccíhuatl y Popocatépetl murieron de tristeza porque no podían vivir el uno sin el otro. El amor los ha transformado en volcanes y su corazón fiel arderá como una flama para siempre.
Mentira que los pueblos de la montaña vayan al corazón de la montaña, al Tepeyolli, a pedir solamente agua, las penas de Popocatépetl y de Iztaccihuatl siempre estarán manifiestas rodando sus lágrimas sobre el valle del Anáhuac, los tiemperos, muy en el fondo saben que van a pedir el amor en la familia, el calor del hogar, la savia que vivifica a la unión de los hogares, porque el coraje de Popocatépetl está presente en sus fumarolas y las lágrimas fluyen sobre el valle para rociar las flores que recuerdan el amor perene de Iztaccihuatl. Nuestros abuelos no olvidaron la historia de amor que representan la Iztaccihuatl y el Popocatépetl.